El Encanto de la Vida Misma - Sarah Ban Breathnach - Noviembre - Parte I

                                                           DICIEMBRE
                                                         ---------------------

                                        Abro la puerta. La hermosísima invitada
                                      que viene de lejos entra con paso majestuoso.
                                      En sus manos lleva regalos: los regalos de
                                      horas y de momentos clarividentes, el regalo
                                      de mañanas y tardes, el regalo de la primavera
                                      y el verano, el regalo del otoño y el invierno.
                                      Debe de haber registrado los cielos en busca de
                                      dádivas tan raras.
                                      Abbie Graham.
                                     ---------------------------------------------------------------------


        Los regalos de diciembre - costumbre, ceremonia, celebración, consagración - no nos llegan envueltos en papel de seda y cintas, sino en recuerdos queridos. Éste es el mes de los milagros. El aceite que arde durante ocho días, el Hijo Rey que nace en un establo, el inexplicable regreso de la luz en la noche más larga y más oscura del año. Donde hay amor hay siempre milagros. Y donde hay milagros hay gran alegría. Llenas de agradecimiento, añadimos a nuestro tapiz de satisfacción el hilo dorado del sexto principio del encanto de la vida simple: la alegría. Por fin abrazamos el milagro de la autenticidad y cambiamos para siempre la forma de vernos a nosotras mismas. Nuestra ronda diaria. Nuestros sueños. Nuestros destinos. Días que antes llamábamos "corrientes" ahora los llamamos "santos".
                                                             


                                                               25 DE NOVIEMBRE
                                                              ----------------------------

                                                                   N a v i d a d

                                   Sí, como Herodes, llenamos nuestra vida de cosas, y
                                    nuevamente de cosas; si nos consideramos tan poco
                                   importantes que debemos llenar todos los momentos
                                   de nuestra vida de acción, ¿cuándo tendremos tiempo
                                   para hacer la larga y lenta travesía del desierto que
                                   hicieron los Reyes Magos? ¿O para sentarnos y contem-
                                  plar las estrellas como hicieron los pastores ? ¿O para
                                  meditar sobre el nacimiento del niño como hizo María?
                                  Cada uno de nosotros debe atravesar un desierto. Des-
                                  cubrir una estrella. Y un ser dentro de nosotros mismos
                                  al que hay que dar vida.
                                  Anónimo
                                  ------------------------------------------------------------------------

     Descrubrí esta expresión profunda de la esencia del encanto de la vida simple poco antes de empezar a escribir el presente libro. Me encontraba curioseando en una galería de Vermont cuando desde el otro extremo de la sala me atrajo una obra del artista gráfico Michael Podesta. Era una escritura hecha a mano, de una gracia exquisita. "Ahí la tienes -me susurró mi yo auténtico-. Eso es el encanto de la vida simple". Y lo era, por supuesto, y sentí la necesidad de llevármela. Pero al ver el precio, supe que no iba a llevármela en aquel momento. "No importa -dije a la hija de Herodes mientras tomaba nota del texto-. De momento acéptalo como regalo y el grabado será tuyo cuando llegue el momento". Cogí un ejemplar del catálogo de venta por correo del artista y seguí disfrutando de un día maravilloso con Katie, sus primos y mi hermana. Al volver a casa de mi madre, mencioné el grabado y dije que el texto era la primera cita que tenía para el libro. "Es perfecto para Navidad -le dije-. Resume el libro en un párrafo asombroso"

   Al llegar a casa, el grabado de Michael Podesta me estaba esperando. Mi madre me lo había regalado para darme buena suerte. Después de llorar y reír y llamarla para darle las gracias, lo colgué sobre la mesa que utilizo para meditar. Su belleza es como un ancla para mi dormitorio, el lugar donde me siento, trabajo, sueño, duermo, amo y rezo; su mensaje intemporal es un puerto profundo para mi corazón inquieto, un refugio espiritual. Llamé a Michael para preguntarle de donde procedía la cita y me dijo que no lo sabía, que alguien se la había enviado anónimamente por correo sin mencionar su autor. Pero el texto le había llegado al corazón y sintió la necesidad de usarlo para hacer un grabado.

   Quiero agradecer este regalo especial al poeta desconocido, al que da sabiduría y verdad.

   -Oh, ojalá la Navidad durase todo el año, como debería durar -se lamentó Charles Dickens-. Ojalá el espíritu de la Navidad pudiera vivir en nuestro corazón todos los días del año.

   Pero ¿qué es el espíritu de la Navidad? Quizás el espíritu de la Navidad, al igual que la naturaleza de lo amado, ha de ser un misterio santo. Quizás el espíritu de la Navidad consista en que nuestra alma sepa que las cosas, por más bellas que sean, no son más que cosas; que fuimos creados, no siempre para hacer, sino que a veces sólo para ser. Quizás el espíritu de la Navidad es el cariñoso recordatorio de que debemos tomarnos tiempo para descubrir nuestra estrella; que debemos honrar el tiempo necesario para reflexionar sobre la llegada de las mujeres auténticas en que debemos convertirnos porque el amor nos creó para ello. Se ha dicho muchas veces que nuestra vida es un don de Dios, que lo que hagamos con ella es la forma de corresponder a dicho don. Hoy es el día perfecto para recordar esto.

   Así que éste es mi deseo de Navidad para ambas: que detrás de los juguetes, del oropel, de los villancicos, de las tarjetas y del caos social, venga un momento de tranquila reflexión y paz. Que verdaderamente pueda decirse de cada una de nosotras que sabe celebrar bien la Navidad, si alguna mujer sabe.

   ¡ Feliz Navidad y que Dios nos bendiga a todos ¡